Adora a Cristo, sirve a los demás
Por Becky St. Clair
"Crecimos pobres, pero éramos ricos en amor y gracia", dice Marcellus T. Robinson, el recientemente electo presidente de la Unión de Columbia, resumiendo su infancia.
Robinson es oriundo de Cumberland, Virginia, un pueblo rural que, hasta el día de hoy, no tiene semáforos, y la señal de celular es mala en el mejor de los casos. A pesar de su ubicación remota, Cumberland también se vio afectada por el movimiento a favor de los derechos civiles, que impactó profundamente los primeros años de Robinson.
"En la segunda semana de cuarto grado en una escuela para afroamericanos, a 23 de mis compañeros y a mí nos sacaron de clase", recuerda Robinson. "Nos subieron a un autobús sin tener idea de a dónde nos llevaban, hasta que el autobús se detuvo frente a la escuela de Cumberland. Los maestros subieron al autobús, nos llamaron por nuestros nombres y nos llevaron a sus aulas. Y nosotros los seguimos, aterrorizados. Hasta ese momento, la escuela de Cumberland había sido una escuela exclusivamente para blancos".
Esos 24 estudiantes, incluido Robinson, fueron los primeros en implementar la desegregación en su pequeño pueblo de Virginia. "Nunca olvidaré la amabilidad de mi maestra", recuerda Robinson. "Los valores cristianos de la Sra. Womack me ayudaron a superar ese primer día, que fue la experiencia más horrible de mi vida".
La tensión racial era grande hacia ambos lados. Robinson dice que se encontró en una situación única, con amigos blancos y negros, a quienes terminó defendiendo del otro grupo.
"Les decía: 'Soy tu amigo y soy su amigo. Todos tenemos que tratarnos con dignidad y respeto, independientemente del color de la piel'", recuerda. "Lo superamos y, con el tiempo, Cumberland superó su necedad y nos convertimos en una comunidad".
Robinson no lo sabía, pero ese fue el comienzo de un viaje que lo preparó para su carrera como pastor y administrador de la iglesia.
De bautista a adventista
Durante la mayor parte de su infancia, Robinson y su familia fueron bautistas devotos. Iban a la iglesia los domingos, y él era ujier. El verano en que tenía 15 años, la madre de Robinson fue a Brooklyn, Nueva York, a visitar a sus hermanas, y cuando regresó, era una persona sorprendentemente diferente: una adventista del séptimo día. Dejó de fumar, tenía un comportamiento más tranquilo y sonreía más.
Después de unos meses de asistir a ambas iglesias, Robinson también se comprometió con la fe adventista a través del bautismo. A la semana siguiente, el nuevo pastor de Robinson se le acercó con algunos materiales y le dijo: "Hemos estado orando por ti, Marcellus. Queremos convertirte en un líder de jóvenes, y nos gustaría que predicaras en el día de los jóvenes el próximo mes".
Marcellus recuerda: "Le dije que se había equivocado de persona, y él simplemente sonrió y dijo: 'No, no lo creo. Deja que el Señor te use a su manera, y te acompañaremos en cada paso'".
Han pasado 50 años desde ese primer sermón a la edad de 15 años en Cumberland, Virginia. Desde entonces, Robinson ha predicado innumerables sermones, lideró la Conferencia de Allegheny East como director ministerial, vicepresidente de Administración, director de Mayordomía, Filantropía y Donaciones Planificadas, y más recientemente como presidente. Ha servido en varias juntas eclesiásticas y comunitarias, incluidos los comités ejecutivos de la División Norteamericana, la Unión de Columbia, la Conferencia de Allegheny East y la Conferencia de la Región del Lago, así como en la junta directiva de la Universidad Adventista de Washington y el Centro Médico Adventista HealthCare White Oak en Silver Spring, Maryland.
"Cuando miro hacia atrás en mi vida, veo muy claramente que el Señor sabe a dónde enviar a una persona", confiesa Robinson. "Él no sólo te llama; Él sabe cómo llevarte a donde tienes que estar".
No lo compliques
"Dios me dejó muy claro que las personas no son perfectas, pero Él sí lo es, y mientras yo lo siga, estaré bien. Ese es mi lema: Adora a Cristo y sirve a los demás. ¡No lo compliques!" Dice Robinson. "Todavía vivo de acuerdo con ese principio".
Aunque le ofrecieron una beca completa de béisbol para la Universidad Estatal de Virginia, Robinson la rechazó porque los juegos eran los viernes por la noche y los sábados. A través de una serie milagros, pudo completar una licenciatura en Teología y una maestría en Teología en la Universidad de Andrews en Berrien Springs, Michigan. En 2008, completó un doctorado en el Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día en el mismo campus.
Cuando Robinson era adolescente, su madre le dijo que Dios le había dado un mensaje especial para él. Ella procedió a indicarle que debía casarse con una muchacha nacida en una familia cristiana, miembro de la iglesia adventista, que "amara y sirviera al Señor todos los días de su vida". Robinson recuerda haberle preguntado: "¿Dónde se supone que voy a encontrar a una muchacha así?". Y su madre respondió: "Ese es el trabajo del Señor".
El Señor se manifestó durante el segundo año de Robinson en la Universidad de Andrews. La conoció en la cafetería mientras compartían una comida juntos, y mientras Robinson escuchaba a Maryann Lewis hablar sobre sus padres y la veía interactuar afectuosamente con todos los que encontraba, supo que era alguien especial.
"Más tarde ese año, le pedí que viniera conmigo y ella respondió: '¿A dónde?'". Robinson recuerda con una sonrisa. "Le expliqué que quería que fuéramos novios, y ella estuvo de acuerdo. Tres años después nos casamos".
Maryann tiene una licenciatura en enfermería, una maestría en consejería y educación y un doctorado en gestión organizacional. Su carrera como enfermera se ha combinado bien con el ministerio de su esposo, ambos modelando vidas de amor, servicio y cuidado por los demás.
La mayor alegría
Cuando no están trabajando, a los Robinson les gusta dar paseos o armar rompecabezas juntos. Recientemente se han hecho miembros de YMCA y van juntos tan a menudo como pueden. Sin embargo, lo que más alegría les da es su familia: dos hijas adultas, dos hijos (políticos) y cuatro nietos. Coleccionan juegos de mesa y cartas para jugar con sus nietos cuando los visitan y disfrutan buscando lugares a los que ir y actividades para hacer juntos.
"He sido bendecido porque Dios me llamó, sin merecerlo, a servirle", dice Robinson. "Aunque nunca imaginé estar donde estoy, Él me ha capacitado y ha colocado personas a mi alrededor para que trabajen a mi lado y poder completar la tarea juntos. Todo lo que se necesita es estar dispuesto a descubrir lo que Él ha puesto en cada uno de nosotros y permitirle optimizar nuestros dones para que podamos perseguir un propósito común para Él".
Robinson dice que su nuevo puesto es "alucinante"; nunca soñó con convertirse en presidente de una unión, pero, dice, incluso a sólo unas pocas semanas de su nueva responsabilidad, puede ver por qué Dios lo trajo aquí.
"Estoy aquí para continuar con su legado de amor y cuidado", afirma. "¿Cómo? No sé. Lo averiguaré sobre la marcha. Lo que sí sé es que Dios nunca nos pide que hagamos algo que requiera algo que Él no nos haya dado ya. Confío en Él, y sé que Él usará mis dones para hacer lo que sea necesario hacer en este rol. Servir al Señor es un gozo, y servir a su pueblo es un honor que nunca daré por sentado"
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